00,01% de probabilidad
- Ana Reyes
- 10 dic 2014
- 3 Min. de lectura

Te veo pasar y te sigo con la mirada. Más que un auto reflejo es como un instinto. Pero para nada animal. Podrías ser ese alguien por el que apostar cada mañana. Por el que querer despertar y por el cual querer dormir para soñarle.
Te remueves el pelo y te ajustas la chaqueta. Hace frío en la parada del autobús. Según todas mis novelas y mis películas preferidas, deberían ser tus brazos quiénes evitaran mi frio y no tu chaqueta quien evitara el tuyo. Ruge el aire, me estremezco.
Mi mirada sigue clavada en los huesos de tu mandíbula, en la forma varonil que dan a tu barbilla. Barba de tres días. De la que pincha un poco, pero hace cosquillas. Podrías ser ese alguien que al abrazarme me hiciera reír con cosquillas peludas. Por el que estallar en carcajadas y por el cual querer esconder la espuma de afeitar.
Levantas los ojos del suelo y me miran de reojo. Sabes que estoy mirando. Sonríes de lado, sin enseñar los dientes. Tus labios tienen buena pinta. Como un bombón rosado por fuera con licor por dentro. Que dan ganas de morderlo, de saborearlo. Podrían ser mi desayuno cada mañana o mi vaso de leche antes de dormir. Con un sabor dulce. Con tendencia a permanecer en los míos. Podrían ser mi colonia de gusto, no de olor.
Aparto la mirada. El autobús sigue sin venir. Por una vez adoro el retraso del transporte público y agradezco estar muriéndome de frío. Pero a tu lado. Podrías ser esa nieve de invierno helada, que te congela los dedos y convierte tu nariz en un farolillo rojo. Por la que querer salir a la calle y pasar frío. Por la cual sonreír con las mejillas como dos cubitos en el congelador desde hace años. El frío que gusta. Que estremece. Que me eriza la piel.
Ya no nos miramos. De reojo veo como escribes algo en tu teléfono móvil. Me gustaría que fuera a mi quién escribieses. Y quizás pondrías un icono de esos que tanto gustan a los enamorados, un corazón de cualquier color. O una cara enfadada cuando escondiera tu camiseta favorita, o más bien te la robara para ponérmela yo. Vuelve a rugir el frío. Esta vez es inevitable moverme tontamente. Un escalofrío me recorre de arriba abajo.
Oigo tu risa. Me miras. Te miro más seria de lo que he querido parecer. Paras de reír pero tus labios siguen siendo un bombón sonriente. Te acercas y el tiritar se convierte en un temblor incontrolable. Te quitas la bufanda y me la rodeas a través del cuello. Ya no siento tanto el frío. Tus dedos rozan mi cuello al ponérmela y juro que no existe tacto más suave, más tierno, que el de las yemas de tus dedos.
El autobús se ve a unos metros de nosotros. Te separas y sonríes. El autobús para y subes. No es el mío.
Es entonces cuando reacciono y, a través del cristal empañado del autobús, susurro un gracias e intento sonreír sin parecer gilipollas. Tú, sentado, asientes complacido. Me has entendido o simplemente la sonrisa me ha salido de verdadera gilipollas.
El frío me sacude de nuevo y casi por instinto, no animal, me acerco al cristal del autobús. La gente sigue subiendo. Con los dedos helados escribo algo en él. Tu reacción me sorprende. Estas sorprendido. Pero sacas el móvil del bolsillo. Sólo puedo sonreír de nuevo tontamente. Podrías ser ese alguien que me llame al apuntarse el número que he escrito en el cristal. Por el que dar saltos al recibir la primera llamada o el primer mensaje, y por el cual tener una excusa para justificar la locura que acabo de hacer. Tendré que devolverte la bufanda, ¿no?
El autobús se marcha. Él sigue dentro y se aleja. Pero sigue en mi cuello, y más dentro de mí que del autobús.
Existe un 00,01% de posibilidad de encontrar el amor en un desconocido. De hacerlo en una parada de autobús. De que sea en invierno. De que él te preste la bufanda. De que existan miradas cómplices. De que el cristal del vehículo esté lo suficientemente empañado como para poder escribir en él. De que te llame. De que volváis a quedar. De que suceda.
Nunca he sido fan del número 9, ni de los 99,99%. Confío en los días redondos y en la posibilidad de las cosas improbables. En las casualidades. En las cosas diferentes. En un solo uno entre ceros. En el porcentaje imposible. Confío en nuestro porcentaje.
Podrías ser ese alguien por el que romper con las matemáticas. Por el que no tener en cuenta los cálculos. Por el cual soñar con lo improbable, con lo que siempre puede suceder. En el lugar correcto y en el momento exacto. En el 00,01%.
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