EL SÍNDROME DE CENICIENTA
Hoy mi hermana me ha preguntado de qué iba mi blog. Me he reído en una única carcajada seca y ella me ha mirado con una ceja alzada. La verdad es que este blog lleva abierto 16 meses, y lo único que sé que lo define es que no va de nada en concreto. Ella se ha quedado dos segundos meditando, y me ha soltado con aire burlón que le explicara el título del blog entonces. Esta vez no me he reído. E incluso me he puesto algo seria, porque eso si que fue un quebradero de cabeza. Pensad por un momento que es lo que más cuesta cuando haces una redacción en el colegio, cuando entregas un trabajo, cuando escribes una canción o cuando Flickr te pide que titules una foto. Creo firmemente que esto de poner un título a las cosas lo ideó el mismo diablo, ¿por qué debemos poner etiquetas nominales a todo?
Sin embargo, llamar a un blog No name no llama demasiado la atención, ni incita a leerlo. Aunque estuve tentada a ponerle un reto a la suerte y hacerlo, preferí llamarlo El zapato de Ceni. Según mi hermana, es un nombre estúpido y raro. Y es entonces cuando he decidido explicarle –y explicaros- porqué este rincón, a veces locura y otras cordura, lleva ese nombre.
No soy médico ni he descubierto ningún avance dentro de esta disciplina, pero creo haber diagnosticado un síndrome que –de momento- tiene una paciente incurable. Lo llamo el síndrome de Cenicienta. ¿Conocéis la historia de la joven princesa que perdió su zapato en el baile con el príncipe, cierto? Pues la cosa va por ahí. Hace tiempo descubrí que se me da bien perder cosas. Y, otras veces, tengo tantas cosas en la mente que preferiría perderlas de vista.
Cuando hablamos de perder me refiero a perder la razón por un momento de felicidad, o perder el corazón por un momento de debilidad. Se me da bien perder ciertos sentimientos y me gusta escribir sobre ellos. La mayoría de veces pierdo la razón y la cordura –aunque a veces deciden darse una vuelta para comprobar que todo sigue en orden dentro del cerebro-. En esas vueltas de reconocimiento deciden sacar un poco las cajas viejas de zapatos, que ya no me sirven, y es entonces cuando decido escribir sobre todo aquello en lo que no quiero pensar mañana. Algunos lo llaman desahogarse, yo lo llamo pérdida necesaria de zapatos mentales.
Podríamos decir que esos son los síntomas del síndrome de Cenicienta, y es lo único que sé. No hay causas ni cura que yo conozca. Simplemente te da por perder cosas. A veces incluso creo que he llegado a perder el miedo, y no hay sensación más gratificante que la de escribir sobre esta pérdida necesaria.
Y así, en este pequeño rincón, recojo todos los zapatos que pierdo. Los que quizás vuelva a encontrar en otro momento –si me corto algún dedo y puedo volver a metermelos-. Por eso, como enferma del síndrome, decidí llamar a mi blog El zapato de Ceni. Quizás porque el zapato de Ana quedaba demasiado ególatra, ya que al fin y al cabo solo soy una paciente y no la desencadenante.
Y tú, ¿has perdido alguna vez un zapato mental?
Mi hermana se ha quedado a cuadros cuando se lo he preguntado. Creo que el único zapato que ha perdido sigue perdido en algún parque.
24 de marzo de 2016
