top of page

La teoría del abrazo

  • Foto del escritor: Ana Reyes
    Ana Reyes
  • 11 abr 2017
  • 2 Min. de lectura

Hoy he ido a una librería. He paseado entre columnas y filas de historias mientras impregnaba mi olfato del dulce olor a libro nuevo. Ése que espera ansioso lucir entre las manos de algún lector. Que desea ser descubierto. Como cualquiera de nosotros en la vida real.

A mi parecer, no somos tan diferentes de los libros.

Igual que decimos nunca juzgues a un libro por su portada, solemos decir que las apariencias engañan. ¿Nuestra portada de presentación no es acaso nuestra apariencia? Y a partir de nuestro primer impacto visual, ser descubierto es el segundo paso.

Queremos ser descubiertos por alguien, y que éste nos escuche, que nos dé el silencio necesario cómo para deleitarle con nuestra historia y que nos dé su opinión. Nuestra sinopsis es nuestra primera interacción con alguien, las cuatro frases de presentación que nunca sabes usar cuando eres pequeño y la profesora decide que tienes que presentarte a tus compañeros. ¿Es que nadie le dijo a la profesora lo mal que lo pasaba el nuevo cada vez que le hacía presentarse? Y cuando no eres nuevo, y cuando no eres pequeño, lo sigues pasando mal: porque hacer una sinopsis atractiva no es coser y cantar.

Pero, sin embargo, siempre hay alguien dispuesto a abrirnos sus brazos pese a nuestra pésima sinopsis: alguien curioso. Alguien que podría encajar en nuestros brazos cómo un libro encaja en la estantería. Puede que un libro equivalga a un abrazo.

Siempre buscamos alguien que nos abrace con la mayor hipérbole de amor. Y a lo largo de mi vida he recibido miles de abrazos. De brazos grandes y robustos que deseas que te suelten por amor a tu respiración; y de brazos débiles y temblorosos que te demuestran que no eres tú quién necesita ese abrazo. Existen tantos tipos de abrazos como tipos de personas, y según las novelas románticas solo encajamos en uno. Yo discrepo.

En mis brazos caben ocho libros a la vez. Quizás existan ocho abrazos perfectos para mí en el mundo. Así que pregúntate cuántos libros caben en tus brazos, y cuenta los abrazos en los que encajas. Y en los que no también. Porque sean diez libros o veinte, nunca encontrarás el límite de abrazos. Pero ya sabrás cuántos libros puedes llevarte esta tarde a casa de una vez.

Al fin y al cabo, no somos tan diferentes de los libros.


 
 
 

コメント


© 2017 Ana Reyes. Todo el contenido del blog está reservado.

bottom of page